El pasado 2 de abril ha sido publicada la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, firmada en Loreto el 25 de marzo, fruto del Sínodo de los Obispos, que se realizó en Roma en octubre de 2018, sobre “Jóvenes, fe y discernimiento vocacional”.
Como se esperaba, está dirigida especialmente a los jóvenes, pero también a todo el Pueblo de Dios, es decir a toda la iglesia. Esto quiere decir que los jóvenes no son un añadido que a veces pueden molestar con sus iniciativas ruidosas y actitudes no siempre conformes, sino que son parte integrante de la iglesia, y por ende tienen todos los derechos de proponer una pastoral nueva y modos de orar distintos.
La exhortación llama inmediatamente la atención desde el título: “Cristo vive”! No solo porque salió en proximidad de la celebración de la Pascua, sino porque en realidad Cristo es la perenne juventud, dice Francisco, porque “todo lo que Él toca, se hace joven, se vuelve nuevo, se llena de vida”.
Por esto la primera invitación que hace el Papa a los jóvenes, y no solo, es “Cristo vive, y te quiere vivo”. Toda persona que se deja tocar el corazón por el amor de Jesús mantendrá siempre su juventud también con el pasar de los años, porque la verdadera juventud no es cuestión de los años que tiene, sino del espíritu que lo anima.
La exhortación se desarrolla en 9 capítulos y 299 párrafos, con un lenguaje sencillo, comprensible, como es el estilo de Papa Francisco. Y también es muy claro cuando habla de las situaciones tristes y dolorosas en que caen los jóvenes de hoy y de las responsabilidades que tienen los adultos y los políticos o cuando habla del grave problema de la pedofilia que está afectando también a la iglesia.
Es un mensaje de mucha esperanza, confianza y cariño para los jóvenes y para todos una invitación a abrirles el corazón. La preocupación de Francisco es la “renovación” de la iglesia, y ésta se dará solo con fuerzas nuevas; cuando los jóvenes se enamorarán de Jesús y tomarán su responsabilidad dentro de las comunidades.
Les recuerda a los jóvenes que deben “ser diferentes, vivir con grandes ideales y sueños que el mundo no ofrece y no dejarse manipular por ideologías o propuestas deshumanizantes ideadas por grupos políticos y económicos en que caen nuestros jóvenes volviéndose esclavos de tantas adicciones”.
También les dice que deben “ser revolucionarios de la caridad y del servicio, poniéndose a disposición de los pobres”, a caminar juntos con los adultos y tomar responsabilidad en la iglesia especialmente en favor de los demás jóvenes con valor y audacia para una pastoral juvenil renovada y que tenga como eje principal el Kerigma, es decir a un Cristo que ha muerto, pero que está vivo.
Finalmente los invita a hacer un discernimiento vocacional serio y generoso , con la intención de descubrir “el mejor regalo que pueda hacer Jesús, el amigo más grande e importante”, es decir encontrar en la vida el lugar donde uno pueda realizarse plenamente y encontrar su verdadera felicidad.
Vale la pena que este documento lo leamos todos, jóvenes y adultos, para que en nuestras comunidades cristianas se superen los prejuicios recíprocos, se fortalezca la confianza mutua y juntos se busquen los caminos para que nuestra iglesia, bajo la acción del Espíritu Santo, vaya renovándose constantemente.
El próximo 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del Señor, el Papa Francisco visitará el famoso santuario mariano de Loreto, ubicado en la Región de las Marcas, cerca de la costa adriática, donde se venera la “santa casa”, tradicionalmente considerada la casa donde vivía la Virgen María cuando recibió la visita del Arcángel Gabriel que le llevaba la propuesta de Dios de ser la Madree su Hijo
Hasta aquí no hay nada raro. Parece un común anuncio de prensa de una peregrinación papal. Lo llamativo es que Francisco va con una intención muy especial: celebrar la Eucaristía en la “santa casa” y firmar, a los pies de María, la Exhortación Apostólica que salió del sínodo de los Obispo sobre los jóvenes que tuvo lugar del 3 al 28 de octubre de 2018.
Creo que es la primera vez que un Papa sale del Vaticano en peregrinación para poner su firma en un documento. Esto significa que no es solo un acto de devoción mariana, sino que el Papa quiere darle públicamente la máxima importancia a ese reencuentro de la iglesia con los jóvenes que se realizó con el Sínodo.
El documento, fruto de la reflexión de los Obispos y los aportes de los mismos jóvenes, no está dirigido solo a la juventud de todo el mundo, sino a toda la comunidad eclesial, para que se busque juntos el camino de la inclusión de los jóvenes en el proceso renovador de la iglesia.
Ya no podemos continuar hablando de “la iglesia y los jóvenes”, como si ellos fueran un peso que hay que llevar con resignación. Debemos empezar hablando de “jóvenes en la iglesia”, como sujetos y protagonistas de la nueva iglesia.
A veces nosotros los adultos tildamos a los jóvenes de no tener fe, de estar lejos de Dios, porque no están condicionados de la “obligación” de las prácticas religiosas tradicionales, que no excluyen, pero que quieren purificar de tanto fariseísmo que muchas veces conllevan.
Su fe se manifiesta con espontaneidad, con entusiasmo, con cantos alegres y ruidosos, que a nosotros nos puede molestar. Sin embargo no podemos no admirar en ellos su sed de autenticidad, su disponibilidad a servir a los demás, sus anhelos de justicia y de paz, el respeto y el amor para la naturaleza, sus esfuerzos para construir puentes y derribar muros y tantos otros valores, todos en sintonía con las propuestas de Jesús.
No tengamos miedo entonces de abrir las puertas a los jóvenes de nuestras comunidades y de nuestro corazón y valorémoslos por los grandes aportes que nos podian dar para crecer juntos en una fe más auténtica, más comprometida y más alegre.
Con una solemne concelebración, el pasado domingo, 27 de enero, el Papa Francisco clausuró la XXXIV Jornada Mundial de la juventud: una experiencia de una iglesia “joven y dinámica”, como me dijo una de las jóvenes del grupo de la parroquia que partícipó al evento.
Por cinco días, jóvenes provenientes de todo el mundo intercambiaron su fe, sus experiencias, su alegría, sus tradiciones; oraron juntos, con mucha compostura se acercaron a los sacramentos, siguieron el Via Crucis o se postraron en la adoración al Santísimo y escucharon con mucha atención las distintas exhortaciones del Papa que le presentaba el modelo de María, joven que no se dejó intimidar por las dudas y no tuvo miedo a arriesgar su vida.
A mi parecer el Papa no ha sido blando en sus discursos. Los animó a ser fuertes, a no acobardarse frente a las dificultades y a no tener miedo a apostar su vida por todo lo que merece vivir, y sobre todo al amor, un amor concreto, como el de Jesús que se entregó por nuestra salvación.
En su homilía de clausura, donde participaron más de setecientos mil jóvenes, les recordó que joven no es sinónimo de ”futuro” como se piensa y se dice, que ”los jóvenes son el futuro”: Los jóvenes son el presente, son el “hoy de Dios”. Si se piensa solo al futuro, se pierden muchos sueños y mientras que los jóvenes esperan “su hora”, pierden el entusiasmo, las ganas de comprometerse o se ponen en búsqueda de una “ficción” de alegría, como la define Papa Francisco.
A veces esto pasa con la aprobación de los adultos para que se queden tranquilos, no molesten y no armen líos. Y los invitó a buscar, “a pelear” su propio espacio hoy (en la iglesia y en la sociedad) y encontrar una verdadera colaboración intergeneracional pensando que los unos necesitamos de los otros. Y recordó la maravillosa experiencia de escucha durante el sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, que justo tres meses antes se clausuró en Roma (27 de octubre 2018).
En ese sínodo Papa, Obispos, cardenales y jóvenes se sentaron juntos para escucharse recíprocamente.
Ahora estos jóvenes han vuelto a sus comunidades cristianas con una experiencia de iglesia abierta, atenta a sus inquietudes, animados y entusiastas de continuar soñando cosas grandes, a ser valientes como María y ciertamente con proyectos y propuestas nuevas.
¿Estamos dispuestos a escucharlos y a proporcionarles nuevos espacios y alimentar la llama que se encendió en su corazón en Panamá? Les permitiremos que continúen soñando aunque nos molesten y “armen líos”? No cortemos sus alas con nuestras críticas, nuestros comentarios o nuestro pesimismo. Ayudémosles más bien a decir como María: ”Hágase” y ayudémosles a ser jóvenes hoy.
En la audiencia de este miércoles, comentando la Jornada Mundial de la juventud de Panamá, Papa Francisco dijo: “hasta cuando habrá jóvenes que digan “hágase” a Dios, habrá un futuro para el mundo”.
En estos días en Panamá se está celebrando la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud. Jóvenes de todo el mundo se reunirán del 22 al 27 de enero con el Papa Francisco para cantar, alabar a Dios, reflexionar y celebrar la fe. Es una celebración de la fe con ánimo y entusiasmo juvenil, es una experiencia de la universalidad de la iglesia.
Es también un signo para este mundo, cuando se están construyendo muros y derribando puentes en muchas partes, por el resurgimiento de nacionalismos y homofobias. Los jóvenes quieren decir a todos que hay que buscar lo que unes y superar las diferencias y todo lo que nos separa.
Es el acontecimiento eclesial más importante que sigue al Sínodo sobre los jóvenes que se celebró el pasado mes de octubre en Roma. El lema de esta Jornada Mundial de la juventud es: "Heme aquí, hágase en mi según tu Palabra", que fue la respuesta de María al Ángel que le pedía su disponibilidad al plan de salvación de Dios. Podríamos decir que es una prolongación del tema del Sínodo: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional".
La propuesta que se les hace a los jóvenes es que encuentren el sentido a su vida para encontrar la felicidad. Esto es posible cuando se logra la propia realización en el lugar donde Dios quiere que cada uno esté. Para poder discernir lo que El Señor quiere es necesario ponerse en una actitud de plena disponibilidad a su Voluntad como hizo María.
El 15 de diciembre 2018 nuestro Obispo, Mons. Juan Vicente Córdoba, en nuestra parroquia, con una sencilla celebración de la Palabra, envió a un centenar de jóvenes de la diócesis que participan a esta jornada de la juventud.
El domingo, 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, en la Eucaristía de las 11 de la mañana, la comunidad parroquial ha saludado a nuestros 20 jóvenes, acompañados por la hermana Luz Dary, de la comunidad de las Camilas. Ellos salieron en la madrugada del sábado 12 de enero para participar en las actividades de formación que se realizan generalmente en la semana anterior a la llegada del Papa.
Mientras los acompañamos en estos días con nuestra oración, les deseamos que disfruten al máximo de esta hermosa experiencia y los esperamos para que nos cuenten de este encuentro de iglesia joven y dinámica y para que pongan al servicio de los demás jóvenes de la comunidad lo vivido en estos días en Panamá
El pasado 28 de octubre, el Papa Francisco clausuró con una solemne concelebración en la basílica de San Pedro el sínodo sobre los jóvenes, que ha visto reunidos en Roma a más de trecientos Obispos y un centenar de jóvenes representando a los 5 continentes del mundo,q desde el tres de octubre hasta el 27.
Un sínodo tenazmente querido por el Papa Francisco, no obstante las fuertes críticas de parte de varios sectores de la iglesia más tradicionales.
Tampoco los medios de comunicación le han dado mucha importancia. No se supo ni de su inicio y menos de su clausura. Ciertamente no son de esas noticias sensacionales que llaman la atención.
Sin embargo ha sido un gran acontecimiento de iglesia pienso yo: es una de las grandes aperturas de Papa Francisco. Finalmente la iglesia le pone atención a los jóvenes, considerados siempre como los “alejados”, “los sin valores”, ”los que solo critican”, ”los indiferentes” o que de toda manera quedan al margen.
En realidad un primer acercamiento a los jóvenes lo realizó San Juan Pablo II que invitó a Roma a los jóvenes del mundo con ocasión del Año Santo de la Redención (1983-84). Participaron unos 300.000. El Papa se entusiasmó frente a esa respuesta. En 1985 las Naciones Unidas decretaron el día internacional de la juventud. Fueron estos dos hechos que llevaron a Juan Pablo II a instituir la jornada mundial de la juventud de celebrarse cada año en las Diócesis y cada tres años en un país distinto.
Papa Francisco sintió la necesidad de convocar también un sínodo, exclusivamente sobre los jóvenes, es decir una asamblea de Obispos provenientes de todo el mundo, para escuchar las inquietudes de los jóvenes, sus problemas, sus anhelos y sus propuestas para una iglesia más joven, más atenta a la problemática juvenil y buscando juntos caminos para su evangelización.
A decir de muchos obispos participantes al sínodo, ha sido ”una verdadera escuela de escucha” que ha abierto el corazón y la mente a todos. En su homilía de clausura, Papa Francisco instó a los adultos (padres, profesores, sacerdote, educadores) a ponerse en una actitud de escucha de los jóvenes y acompañarlos con paciencia y cariño en esta etapa de su vida.
Y a los jóvenes los invitó a no tener prejuicios, sino a confiar y abrirse a los adultos porque “todos tenemos que aprender los unos de los otros”.
También el mensaje final de los Obispos a los jóvenes está lleno de aprecio, de confianza y esperanza
Los Obispos, el 27 de octubre, aprobaron el documento final, que saldrá más tarde como “Exhortación Apostólica” del Papa Francisco. Ciertamente encontraremos muchas orientaciones pastorales para que nuestras parroquias si inspiren para renovar o replantear sus pastorales juveniles.
Siempre se ha dicho que para tener vocaciones se necesita una buena pastoral juvenil. Esto es cierto si por vocación entendemos el llamado a la vida sacerdotal o religiosa.
Si consideramos la “vocación” en un sentido más amplio, así como he intentado de hacer entender en mis reflexiones anteriores, considero que las dos pastorales, juvenil y vocacional, en una parroquia deben darse la mano y trabajar juntos.
De hecho pienso que la pastoral juvenil no solo debe poder abrir espacios a los jóvenes dentro de la parroquia y de la iglesia para su encuentro con el Señor, sino que debe proyectar a los jóvenes para llegar a todos, especialmente a los que están más alejados y ayudar a los jóvenes a descubrir su rol dentro de la comunidad cristiana y a tomar decisiones muy importantes para su vida, como puede ser la opción por el matrimonio o por la vida de consagración.
Por este motivo uno de los objetivos principales de una pastoral juvenil debe ser él de la educación al amor, el amor verdadero, él que nos enseñó Jesús con su vida y con su palabra: un amor que es capaz de servir y de sacrificarse para los demás, ya que ambas vocaciones tienen la misma raíz y finalidad: servir a la comunidad.
La pareja que vive plenamente su matrimonio amándose sin reserva, será también capaz de optar por un servicio dentro de la comunidad cristiana, y transmitir a sus hijos la misma disponibilidad y generosidad y de donar con alegría cuando uno de sus hijos manifiesta un llamado especial de Dios.
Por otro lado una vocación de especial consagración nace y se desarrolla en un ambiente de fe y de servicio desinteresado, especialmente a los más sufridos y necesitados. Experiencias constantes en este sentido, a lado de los que sufren, llenan el corazón de los jóvenes y pueden favorecer una donación de por vida.
Según un informe reciente de las Naciones Unidas, los jóvenes de 14 a 18 años en el mundo son 1800 millones sobre una población de 7300 millones, que corresponde al 32% de la totalidad de la población mundial. En Colombia, la presencia juvenil está alrededor del 29%.
Son estos números que no pueden y no nos deben dejar indiferentes. Los jóvenes son una fuerza inmensa, que pueden cambiar el rumbo del mundo y de la misma iglesia. Todo depende de los ideales que orientarán su vida.
El problema está en que los jóvenes han quedado sin voz, no cuentan en este tipo de sociedad y no se les escucha.
Esto pasa también dentro de la iglesia. Por este motivo la mayor parte de los jóvenes no solo vive al margen, sino que les parece que la iglesia, con toda su estrucutura, sus ritos, es algo del pasado, que no les llama la atención.
Papa Francisco reconoció que los jóvenes “están aprendiendo a vivir sin Dios y sin iglesia”. Este es el gran problema que la iglesia debe afrontar con claridad y mucha determinación.
Solo una iglesia atenta, que se pone a la escucha, que abre espacios a los jóvenes, que los hace protagonistas, y que sepa presentarles un Cristo vivo, encontrará acogida en el corazón de los jóvenes.
SINODO DE LOS JÓVENES
Es sabido por todos qué en el próximo mes de octubre, del 3 al 28, en el Vaticano tendrá lugar un sínodo sobre los jóvenes, del título: “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
El Sínodo es una asamblea de Obispos, delegados por las distintas Conferencias Episcopales del mundo, instituida por el Papa Pablo VI el 15 de septiembre de 1965. Tiene la finalidad de acompañar al Papa en la reflexión y el estudio de algún tema considerado de mucha actualidad e importancia y sugerir posibles líneas pastorales.
El Papa Francisco ha considerado muy urgente tratar el tema de la juventud en el mundo de hoy.
En realidad los jóvenes han estado siempre en el corazón de la iglesia y de los Papas. Ya el Concilio Vaticano II, terminando sus labores, envió una carta a los jóvenes del mundo. Pablo VI, convocó una reunión de jóvenes en Roma en 1975 con ocasión del Año Santo, donde participaron más de 300.000 jóvenes venidos de todas partes del mundo, que fue como el inicio de las jornadas mundiales de la juventud, institucionalizadas por Juan Pablo II en 1984.
Papa Francisco es consciente de la lejanía de la mayor parte de los jóvenes de la iglesia y considera que no es suficiente organizar una jornada de la juventud cada tres años para recuperarla. Se necesita acercarse a los jóvenes, escucharlos, para valorarlos y entenderlos.
Los jóvenes muchas veces se sienten marginados, poco valorados y no atendidos por nuestras comunidades cristianas y con cierta dificultad encuentran espacios para ellos en las parroquias.
Para que los jóvenes tuvieran más participación en este sínodo, Papa Francisco convocó una reunión pre-sinodal que se llevó a cabo del 19 al 24 de marzo en Roma, a la cual participaron algo más de 300 jóvenes, provenientes de todo el mundo. Entre ellos había católicos y de otras religiones cristianas y no cristianas. Papa Francisco, contestó a muchas preguntas que le presentaron los chicos, y entre otras cosas les pidió “que ayuden a rejuvenecer el rostro de la iglesia”.
Esa reunión redactó un documento final que fue entregado al Papa el domingo 25, domingo de Ramos y jornada mundial de la juventud a nivel diocesano, por un joven Panameño. Panamá es la sede de la Jornada de la Juventud a nivel mundial, que se celebrará del 22 al 27 de enero 2019.
En el documento los jóvenes manifiestan sus inquietudes, sus aspiraciones y piden “una iglesia que sea auténtica, una comunidad transparente, acogedora, atractiva, comunicativa, asequible, alegre e interactiva… que no tiene miedo de mostrarse vulnerable” y sobre todo “enraizada en Jesucristo”.
Solo estas palabras merecen una atención extraordinaria no solo de parte de los Obispos del Sínodo, sino de toda comunidad cristiana, porque nos cuestionan a todos y nos dan unas pautas suficientes para donde debe ir la pastoral juvenil de una parroquia.
La misión de la iglesia es evangelizar, o sea proponer a todos la Buena Noticia de Jesús, sin distinción de edad, para que cada uno, en la medida que la vaya entendiendo y aceptando, empiece un camino de fe para vivir según esa propuesta y tenga una vida feliz.
Hoy, en una sociedad que propone con violencia y arrogancia, ayudada también por los media, solo antivalores, los jóvenes son los más afectados, porque no encuentran ni apoyo ni acompañamiento ni testimonios válidos. Muchos quedan solos a afrontar los grandes desafíos de la vida.
Es así que la mayor parte de los niños, empezando su adolescencia, despertándose sus instintos, curiosidades y fantasías, no teniendo respuestas adecuadas de quien debería darlas en esa edad, confían más en los amigos o en personas sin escrúpulos que aprovechan de su ingenuidad.
Es en esa edad que empiezan los desvíos de mente y de corazón (drogas, pornografía, embarazos, prostitución…). Muchos niños están quemando, en muy poco tiempo, las etapas más bonitas e interesantes de la vida de una forma injusta y mal orientada.
Por otro lado la formación religiosa es casi nula. Después del Bautismo, que para muchos padres se ha vuelto “tradición” de familia y no un acto de fe, nadie ha vuelto a hablarles de Dios. Lo mismo pasa con la Primera Comunión: aunque la catequesis sea de varios meses, y los niños pueden entender, se trata siempre de una catequesis superficial y no lleva a convicciones profundas, porque falta el acompañamiento y el ejemplo de los papás.
Muchos, en ese tiempo, están sufriendo los traumas de la separación de los papás. El resultado es que después de la Primera Comunión, fecha en que muchas veces se le da más importancia como evento social, que de acontecimiento religioso, la mayor parte no vuelven. Y así lastimosamente termina la formación religiosa y el camino de fe de la mayor parte de los niños.
Muy poquitos, ya metidos en el torbellino de la adolescencia, aceptan prepararse al Sacramento de la Confirmación, considerada más como necesaria para tener un papel si acaso se decide casarse y no como el Sacramento de adultez cristiana y del compromiso personal. Los que aceptan muchas veces vienen a prepararse a regañadientes.
Menos, por esta falta de formación cristiana, son los que piensan al Sacramento del matrimonio. Y creo, sin equivocarme, nadie considera el matrimonio como una auténtica vocación.
La pastoral juvenil tiene este inmenso desafío de llenar estos grandes vacíos, si queremos parar esta hemorragia juvenil de la iglesia y tener un mañana cristianos adultos y comprometidos con su fe en su propio estado de vida.
Por lo tanto la pastoral juvenil es un conjunto de acciones y estrategias que debemos usar para llegar a los adolescentes y jóvenes de nuestra parroquia, a los cercanos y a los alejados, a los sanos y a los heridos, para hacerles la propuesta sanadora y dignificante de una vida feliz en el Señor Jesús.
Podemos entender entonces que no se trata solo de organizar un buen grupo juvenil parroquial, si no de pensar una verdadera campaña evangelizadora de nuestra juventud y lograr que se enamore de Jesús, el único que le pueda dar un verdadero sentido a su juventud y vivir en plenitud esa etapa maravillosa de la vida.
El grupo juvenil, lo considero como la semilla de este gran trabajo. Ellos deben formarse para liderar toda la pastoral juvenil de la parroquia, con su creatividad, entusiasmo y alegría, para que nuestra iglesia vuelva a tener un rostro más juvenil.
En nuestra parroquia estamos en esta primera fase: tenemos un grupo juvenil valioso, y aquí quiero valorar su compromiso, su perseverancia, su alegría y su deseo de servir.
Está dividido en tres subgrupos: el grupo de “mayores” (18-25 años); de adolescentes (15-17 años) y de pre-adolescentes (11-14 años).
Los mayores, además de formarse por un crecimiento personal de fe, están acompañando a los demás y así están preparando las generaciones venideras, que los vayan poco a poco reemplazando en el tiempo en esta mega tarea. Gracias muchachos y muchachas!
Para conocer más del grupo juvenil se puede buscar en:
- Facebook: jassiel grupo juvenil
- Instagram: @jassiel_jc